mayo 09, 2012

La Evangelización no debe olvidar que el centro es Jesús

Comentario a la Liturgia de la Palabra. Mayo 08 de 2012.

Imagen de templebarcelona.blogspot.com
Los Hechos de los Apóstoles (15, 1-6), nos ofrecen de manera detallada  la manera como los discípulos y seguidores de Jesús pprofundizan en las enseñanzas de su Maestro. Ahora la atención se centra en la discusición acerca de lo necesario para la salvación. Los judíos, según la tradición, consideraban que lo necesario para la salvación era la circuncisión, rito que hacía al individuo miembro del pueblo elegido de Dios. Sin embargo, para mantener la unicidad de la predicación, Pablo y Bernabé deciden ir hasta  Jerusalén a consultar dicho interrogante con los pilares de la Iglesia: Los Apóstoles. Es lo que algunos consideramos como el primer concilio de la Iglesia: El Concilio de Jerusalén. Mañana 09, vamos a leer los argumentos que da Pablo sobre el tema y la respuesta de los Apóstoles.

Enseñanza que nos remite el texto: El texto es una ocación propia para dejar firme que el pensamiento personal acerca de las cuestiones eclesiásticas, debe estar en comunión con nuestras creencias comunitarias en la fe. La Iglesia es Una, es decir, tenemos un pensar que creemos adecuado para llegar al Reino de Dios. Por eso hay una cabeza visible: el Papa, en quien una de sus funciones está el velar por la unión en la diversidad.

En el Evangelio (San Juan 15, 1-8), Jesús es la vid: Él debe ser el centro de la enseñanza eclesial. La Iglesia no se predica a sí misma, predica a Jesús, que predicaba el reino de Dios. Se afirma que el predicador terminó siendo predicado. Pero en Jesús, la Iglesia examina sus creencias y el camino que va llevando a Dios, procurando que si se ha desviado, los sarmientos regresen a la vid.

Exhortación a partir del texto: Jesús debe ser el centro de nuestra vida. Todas nuestras acciones deben enfocarse hacia el que Es la vid verdadera. Si nos separamos de Él, caemos en las tinieblas de la deshumanización, de la falta de dignidad humana, es decir, en el pecado. Pero si permanecemos como sarmientos unidos a Él, seremos Luz para las Naciones y gloria para Dios.