Comentario a la
Palabra de Dios. Mayo 15 de 2012.
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En los Hechos de los Apóstoles (16, 22-34), se nos relata el pasaje acerca
del encarcelamiento de Pablo y de Silas. Ellos han sido llevados allí por
perturbar el orden público, al expulsar un espíritu de adivinación de una
esclava. Las “autoridades”, luego de sus respectivas averiguaciones, decidieron
azotarles y pidieron al carcelero que
los retenga y los vigile con atención.
Entre todos estos sucesos,
aparece una conversión: el testimonio sereno de los prisioneros, su lealtad, la
serie de acontecimientos extraordinarios que conmueven al carcelero y le hacen
plantear la pregunta: ¿Qué debo hacer para salvarme? La
respuesta no es precisamente el creer en una doctrina o una serie de
mandamientos incontables. La respuesta es una persona: Si crees en el Señor Jesús, te salvarás tú y tu familia.
Exhortación: Cuando creemos y actuamos como Jesús, el Espíritu
Santo ha posado en nosotros.
En el Evangelio de
San Juan (16, 5b-11), el tema fundamental que se nos propone es el Espíritu
Santo, testigo de Jesús y acusador del mundo. En la primera parte Jesús les
comenta a sus discípulos acerca de la tristeza que se avecina por culpa de las
persecuciones. Sin embargo Jesús le reprocha por no preguntar a dónde va a ir Él,
siendo esto fruto de la pertenencia al mundo y estar sumidos en el mundo. La
misión del Espíritu será entonces ser testigo contra el mundo, que está en
pecado por haber rechazado al mundo. Él revelará el error del mundo y exaltará
a Jesús como triunfador en su muerte y resurrección.
Exhortación: Que
el Espíritu del Resucitado nos lleve a tener una actitud profética ante el
mundo: Anunciar a Jesús como fuente y cima de las relaciones humanas y
denunciar aquellas situaciones injustas que deshumanizan y no permiten que la
identidad de la persona sea total.
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