abril 28, 2013

Francisco de Roma y la ecología de San Francisco de Asís

Francisco de Roma y la ecología de san Francisco de Asís

2013-04-26


Que un Papa lleve el nombre de Francisco no puede ser en vano. Además de ser una referencia a otro modo de ser Iglesia, más cercana a la gruta de Belén que a los palacios de Jerusalén, Francisco de Asís plantea un asunto de extrema urgencia hoy en día: la cuestión de la protección de la vitalidad del planeta Tierra y la garantía del futuro de nuestra civilización. Para este propósito la ecología exterior sola es insuficiente. Tenemos que amalgamarla con la ecología interior. Eso fue lo que hizo de forma paradigmática san Francisco de Asís.  Ecología exterior es esa sintonía con los ritmos de la naturaleza y con el proceso cósmico que se realiza en la dialéctica de orden-desorden-interacción-nuevo orden. Esta ecología asegura la perpetuidad del proceso evolutivo que incluye la tierra y la biodiversidad. Pero a nivel humano sólo se produce si hay una contrapartida de nuestro lado, que se deriva de nuestra ecología interior. Por ella, el universo y sus seres están dentro de nosotros en forma de símbolos que hablan de arquetipos que nos guían y de imágenes que habitan nuestra interioridad: materiales con los que continuamente debemos dialogar e integrar. Si hay violencia en la ecología exterior es señal de que existe turbulencia en nuestra ecología interior y viceversa. No sabemos armonizar las ecologías descritas por F. Guattari y por mí: la ambiental, la social, la mental y la integral. En su Cántico al Hermano Sol san Francisco revela la convivencia de estas dos ecologías. Su extraordinario logro espiritual fue reconciliar el mundo con Dios, el cielo con la Tierra y la vida con la muerte. Para entender toda esta experiencia espiritual es necesario leer el texto más allá de su letra y bajar al nivel simbólico donde los elementos cantados vienen impregnados de emoción y de significado. El contexto existencial es significativo: Francisco está muy enfermo y casi ciego, cuidado por santa Clara en la capilla de San Damián donde ella vivía con sus hermanas. De repente, en plena noche, tiene una especie de exaltación del espíritu, como si estuviese ya en el Reino de los cielos. Radiante de alegría, se levanta, compone un himno a todas las criaturas, y lo canta con sus cofrades. Celebra los grandes esponsales del "señor hermano Sol" y la "señora hermana Tierra". De estos esponsales nacen todos los seres, dispuestos en pares, masculino y femenino, que según C.G. Jung constituyen el arquetipo más universal de la totalidad psíquica: sol-luna, viento-agua, fuego-tierra, totalidad alcanzada en su andadura espiritual. El himno contiene dos estrofas más, añadidas por el Poverello. En ellas ya no se canta al cosmos material, sino al cosmos humano que también busca reconciliación: entre el obispo y el alcalde de Asís. Finalmente se reconcilia con la hermana muerte, el complejo más difícil de ser integrado por el aparato psíquico humano. El ser humano se reconcilia con otro ser humano. La vida abraza a la muerte como hermana, portadora de la eternidad. La ecología interior integrada con la ecología exterior alcanza en Francisco un intérprete privilegiado. Él es como una finísima cuerda del universo en la cual la más sutil nota musical resuena y se hace oír. Nuestra cultura es deudora del padre de san Francisco, Pedro Bernardone, rico comerciante en telas, en busca de riqueza y esplendor. Confiesa el gran historiador inglés Arnold Toynbee: «Francisco, el mayor de los hombres de Occidente, debe ser imitado por todos nosotros, pues su actitud es la única que puede salvar a la Tierra» (Diario ABC, Madrid, 19/12/1972,10). ¿Cuál es nuestro desiderátum? Que Francisco de Roma bajo la inspiración de Francisco de Asís se convierta, por su humildad, pobreza y jovialidad, en un amante de la Madre Tierra y en un defensor de todo tipo de vida, especialmente de la vida más amenazada, que es la de los pobres. Y que suscite esa conciencia en la humanidad. En él están presentes todos los carismas que lo pueden hacer un faro de referencia ecológica y humanitaria para todo el mundo.
LEONARDO BOFF.

abril 26, 2013

¿Tiene Salvación la Iglesia?

Esta pregunta ha sido formulada por uno de los más renombrados y fecundos teólogos del área del catolicismo: el suizo-alemán Hans Küng en un libro reciente que lleva este mismo título ¿Tiene la Iglesia salvación? (2012). De forma entusiasta fomentó la renovación de la Iglesia junto con su colega de la Universidad de Tubinga, Joseph Ratzinger. Ha escrito una vasta obra sobre la Iglesia, el ecumenismo, las religiones y otros temas relevantes. Debido a un libro suyo que cuestionaba la infalibilidad papal fue duramente castigado por la ex-Inquisición.

No abandonó la Iglesia, sino que se empeñó como pocos en su reforma con libros, cartas abiertas y llamamientos a obispos y a la comunidad cristiana para que se abriesen al diálogo con el mundo moderno y con la nueva situación planetaria de la humanidad. No se evangelizan personas, hijos e hijas de nuestro tiempo, presentándoles un modelo de Iglesia, hecha bastión de conservadurismo y de autoritarismo y sintiéndose una fortaleza asediada por la modernidad, que es considerada responsable de todo tipo de relativismo. Digamos de paso que la crítica feroz que el papa actual dirige contra el relativismo, la realiza a partir de su polo opuesto, un invencible absolutismo. Esta es la tónica que está siendo impuesta por los dos últimos papas, Juan Pablo I y Benedicto XVI: un no a las reformas y una vuelta a la tradición y a la gran disciplina, orquestadas por la jerarquía eclesiástica.
El presente libro: ¿Tiene salvación la Iglesia? (2012) expresa un grito casi desesperado en pro de transformaciones y, al mismo tiempo, una manifestación generosa de esperanza de que éstas son posibles y necesarias, si no se quiere entrar en un lamentable colapso institucional.   Quede claro, para empezar, que cuando Küng y yo mismo hablamos de Iglesia, entendemos la comunidad de aquellos que se sienten comprometidos con la figura y la causa de Jesús, cuyo foco reside en el amor incondicional, en la centralidad de los pobres e invisibles, en la hermandad de todos los seres humanos y en la revelación de que somos hijos e hijas de Dios, siendo el mismo Jesús quien dejó entrever que él era el propio Hijo de Dios que asumió nuestra contradictoria humanidad. Éste es el sentido originario y verdadero de Iglesia. Pero históricamente la palabra Iglesia ha sido apropiada por la jerarquía (desde el papa a los curas); ella se identifica como Iglesia tout court y se presenta como la Iglesia. Pues bien, lo que está en profunda crisis es esta segunda concepción de Iglesia, que Küng llama “sistema romano”, o sea, “la Iglesia institución-jerárquica” o “la estructura monárquico-absolutista de mando”, cuya sede se encuentra en el Vaticano y se centra en la figura del papa con el aparato que le rodea: la curia romana. Esta crisis se prolonga desde hace siglos y el clamor por cambios atraviesa la historia de la Iglesia, culminando en la Reforma del siglo XVI y en el Concilio Vaticano II (1962-1965) de nuestros días. En términos estructurales, las reformas estructurales siempre fueron superficiales o aplazadas o simplemente abortadas.  En los últimos tiempos, sin embargo, la crisis ha adquirido una gravedad especial. La Iglesia institución (papa, cardenales, obispos y curas), repito, no la gran comunidad de los fieles, ha sido alcanzada en su corazón, en aquello que era su gran pretensión: la de ser “guía y maestra de moral” para toda la humanidad. Algunos datos ya conocidos han puesto en jaque tal pretensión y han llevado el descrédito a la Iglesia institución, lo cual ha ocasionado gran emigración de fieles: Los escándalos financieros involucrando al Banco Vaticano (IOR), que se transformó en una especie de off-shore de lavado de dinero; los documentos secretos sustraídos, quien sabe si hasta de la mesa del papa, por su propio secretario y vendidos a los periódicos, revelando las intrigas por el poder entre cardenales; y especialmente la cuestión de los sacerdotes pedófilos, miles de casos en varios países, que involucran a padres, obispos y hasta al cardenal de Viena Hans Hermann Groer.  Gravísima fue la instrucción dada por el entonces cardenal Ratzinger a todos los obispos del mundo de encubrir, bajo sigilo pontificio, los abusos sexuales a menores para evitar que los curas pedófilos fuesen denunciados a las autoridades civiles. Finalmente el papa tuvo que reconocer el carácter criminal de la pedofilia y aceptar su enjuiciamiento por los tribunales civiles.  Küng muestra, con erudición histórica irrefutable, los pasos dados por los papas al pasar de sucesores de Pedro a vicarios de Cristo y a representantes de Dios en la Tierra. Los títulos que el canon 331 confiere al papa son de tal magnitud que, en realidad, caben solamente a Dios. Una monarquía papal absoluta con báculo dorado no concuerda con el cayado de madera del Buen Pastor que cuida con amor de sus ovejas y las confirma en la fe, como pidió el Maestro (Lc 22,32).

ARTÍCULO DE LEONARDO BOFF

abril 20, 2013

Del Vaticano II... ¿A Jerusalén II?

Amigos de este Blog: les presento un interesante artículo de Víctor Codina, reconocido teólogo latinoamericano, titulado: Del Vaticano II, ¿A Jerusalén II? Donde expresa de manera contundente las deficiencias, los retrocesos y los avances suscitados a partir de este concilio , culminado en 1965. Codina no duda en afirmar que, si bien, este concilió fundamentó muchas preguntas sobre la dimensión eclesial (Iglesia, ¿qué dices de ti misma?, obvió algo fundamental: Iglesia, ¿Qué dices de Dios? Para concluir, que, en caso de un nuevo concilio, este tendría que realizarse en Jerusalén. Los invito a descubrir precisamente este interrogante y lo que hay detrás de la afirmación:
 
Del Vaticano II… ¿A Jerusalén II?

Víctor CODINA SJ





Este artículo es parte de la «Minga» o número colectivode revistas latinoamericanas de teología, un servicio a las revistas
animado por la Comisión Teológica Latinoamericana de la ASETT/EATWOT



I. Un verdadero Pentecostés

El deseo y oraciones de Juan XXIII pidiendo que el Vaticano II fuera un Pentecostés para la Iglesia, fue ampliamente escuchado por el Señor. El Vaticano II fue una auténtica irrupción del Espíritu sobre la Iglesia, un acontecimiento salvífico, un kairós. Hay un “antes” un “después” del Vaticano II.

Este tema ha sido tan ampliamente estudiado[1] que bastará recordar las líneas fundamentales del cambio producido en el Concilio:

-de la Iglesia de Cristiandad, típica del Segundo milenio, centrada en el poder y la jerarquía, se pasa a la Iglesia del Tercer milenio que recupera la eclesiología de comunión típica del Primer milenio y al mismo tiempo se abre a los nuevos signos de los tiempos (GS 4; 11; 44);

-de una eclesiología centrada en sí misma, se abre a una Iglesia orientada al Reino;

-de una Iglesia sociedad perfecta se pasa a una Iglesia misterio, radicada en la Trinidad (LG I);

-de una eclesiología exclusivamente cristocéntrica (¡incluso cristomonista!) se pasa a una Iglesia que vive tanto bajo el principio cristológico como bajo el principio pneumático del Espíritu (LG 4);

-de una Iglesia centralista a una Iglesia corresponsable y sinodal que respeta las Iglesias locales;

-de una Iglesia identificada con la jerarquía a una Iglesia toda ella Pueblo de Dios con diversos carismas (LG II);

-de una Iglesia triunfalista que parece haber llegado a la gloria a una Iglesia que camina en la historia hacia la escatología y se llena del polvo del camino (LG VII);

-de una Iglesia señora y dominadora, madre y maestra universal a una Iglesia servidora de todos y en especial de los pobres;

-de una Iglesia comprometida con el poder a una Iglesia solidaria con los pobres;

-de una Iglesia arca de salvación a una Iglesia sacramento de salvación, en diálogo con las otras Iglesias y las otras religiones de la humanidad, en pleno reconocimiento de la libertad religiosa (DH).

En este sentido se ha dicho que el Vaticano II, y concretamente la constitución Lumen Gentium, ha sido un Concilio de transición, entendida esta transición como el paso de una eclesiología tradicional a otra renovada[2]. Para algunos es el paso del anatema al diálogo (R. Garaudy), un verdadero aggiornamento de la Iglesia; para otros, seguramente excesivamente optimistas, el requiem del constantinismo…



II. Y sin embargo…

Sin entrar aquí y ahora en lo que ha sucedido en el inmediato y posterior postconcilio, ya el mismo Vaticano II presenta una serie de déficits que lastrarán sus elementos positivos y los ensombrecerán.

Además de que el Vaticano II tuvo que acceder a admitir una serie de enmiendas ( o modos) de los grupos más conservadores, que hacen que su eclesiología contenga una cierta ambigua dualidad entre el acento jurídico de la eclesiología tradicional y la afirmación de la eclesiología de comunión ( como Acerbi ha señalado), el Concilio no trata y guarda silencio sobre temas ya entonces candentes: el celibato sacerdotal y la carencia de ministros ordenados, el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, la participación de los seglares en la responsabilidad ministerial, la sexualidad, la disciplina del matrimonio, la forma de elegir a los obispos, el estatuto eclesiológico de los obispos auxiliares, de los nuncios y cardenales, la función de la curia romana, la relación entre democracia y valores, entre leyes civiles y morales, la relación con las Iglesias orientales separadas de Roma…

Estas lagunas han hecho que la magnífica eclesiología de comunión del Vaticano II en la práctica haya quedado muchas veces a mitad de camino por falta de mediaciones eclesiales concretas para llevarlas a la práctica. Muchos de estos temas se convertirán en el postconcilio, sobre todo en tiempo de Pablo VI, en cuestiones no sólo candentes sino conflictivas. Pensemos, por ejemplo, en la polémica surgida en torno a la Humanae Vitae.



III. Invierno eclesial

Añadamos a lo anterior que el Vaticano II, luego de quince siglos de constatinismo eclesial, produjo muchas reacciones y exageraciones en el seno de la Iglesia. Desde la sociología y en concreto desde la sociología religiosa esto no debería extrañarnos: una gran masa de fieles no cambia rápidamente de sus modos de pensar y de actuar.

Algunos sectores muy conservadores se resistieron a aceptar el Vaticano II, creyeron que la Iglesia doblaba sus rodillas ante la Modernidad (Maritain, Bouyer…). Mucho peor y más intransigente fue la postura del Mons, Marcel Lefebvre que acabó formando un grupo disidente (Fraternidad de Pío X) que fueron finalmente excomulgados por Juan Pablo II (1988) al proceder Lefebvre a nombrar sus propios obispos. La cuestión litúrgica (el deseo de volver a la liturgia latina de Pío V), no fue lo más importante: en el fondo había un rechazo frontal del Vaticano II al que se acusaba de protestantismo y modernismo. Conocemos toda la evolución que ha ido teniendo este grupo hasta nuestros días y los difíciles caminos de reconciliación. Si para algunos de ellos el Vaticano II fue una auténtica cloaca, ¿cómo poder dialogar con ellos?...

Estas posturas críticas estaban también influidas por la deficiente hermenéutica y recepción del Concilio por otros grupos opuestos. Hubo de parte de algunos sectores de la Iglesia una interpretación excesivamente libre y alegre del Vaticano II, lo cual produjo excesos, abusos y exageraciones en terrenos dogmáticos, litúrgicos, morales, ecuménicos… y lo que fue más doloroso, el abandono del ministerio por parte de muchos sacerdotes y de la vida consagrada por parte de muchos religiosos y religiosas.

A esto se sumó un descenso de la práctica dominical y sacramental, los divorcios, el aumento de indiferencia religiosa, el descenso entre las vocaciones sacerdotales y religiosas, un ambiente muy secularizado y crítico frente a la Iglesia…

Esto explica el hecho de que dentro de personas muy responsables y representativas de la Iglesia se hiciera una crítica si no del Vaticano II, sí ciertamente de su aplicación. Aquí hay que señalar la entrevista que tuvo el Cardenal Josef Ratzinger, Prefecto de la Congregación de la Fe, con el periodista italiano Vittorio Messori[3]. Ratzinger no crítica al Concilio sino al anti-espíritu del Concilio que se ha introducido en la Iglesia, fruto de los embates de la modernidad y de la revolución cultural sobre de Occidente. No defiende una vuelta atrás sino una restauración eclesial, una vuelta a los auténticos textos conciliares para buscar un nuevo equilibrio y recuperar la unidad y la integridad de la vida de la Iglesia y de su relación con Cristo. No se siente muy inclinado a resaltar la historicidad de la Iglesia, ni los signos de los tiempos, ni el concepto de Pueblo de Dios, ni a apoyar las conferencias episcopales, que le parece que asfixian el papel del obispo local. Cree que los últimos veinte años después del Concilio han sido desfavorables para la Iglesia y opuestos a las expectativas de Juan XXIII. Ni la teología liberadora de América Latina, ni las religiones no cristianas, ni el movimiento feminista gozan de su simpatía. El tono del diálogo es más bien pesimista y sombrío, mientras para él un rayo luminoso de esperanza lo constituyen los nuevos movimientos laicales y carismáticos[4]

Frente a esta postura crítica de Ratzinger sobre el postconcilio, el cardenal de Viena, Franz König, que jugó un papel muy importante en el Vaticano II, escribió un libro, Iglesia, ¿adónde vas?[5], en el que afirma que la minoría conciliar veía el concilio como una amenaza y utilizó todo su poder para vaciarlo de contendido. Para König, la Iglesia de hoy, sin el Vaticano II habría sido una catástrofe y mira con sospecha los intentos actuales de restauración eclesial.

El Sínodo de obispos de 1985 convocado por Juan Pablo II defendió la identidad del Vaticano II frente a sus impugnadores, sin embargo sustituyó el concepto de Pueblo de Dios por del Iglesia Cuerpo de Cristo, reforzó la importancia de la santidad y de la cruz en la iglesia (seguramente creyendo que Gaudium et Spes era demasiado optimista y humanista), cambió la palabra pluralismo por la de pluriformidad, e intentó leer Gaudium et Spes desde Lumen Gentium y no al revés.

Se ha dicho que la minoría conciliar que fue “derrotada” por el Vaticano II, poco a poco ha ido enarbolando la interpretación y conducción del Vaticano II. Lentamente hemos ido pasando de la primavera al invierno conciliar (K. Rahner), a una vuelta a la gran disciplina (J.B. Libânio), a una restauración eclesial (J.C. Zízola), a una noche oscura eclesial (J.I. González Faus). A la revista Concilium, liderada por los grandes teólogos conciliares, se le añade en 1972 la revista Communio, inspirada por H.U. von Balthasar con una línea teológica diferente. Von Balthasar parece ser la gran figura teológica del post-Concilio, como lo fue Rahner del Concilio. Algo está cambiando.

Muchos de los documentos del magisterio que se han ido produciendo en tiempo de Juan Pablo II en estos últimos años, como Apostolos suos (1998) sobre las conferencias episcopales, Communionis notio (1992) sobre las Iglesias locales, la Instrucción sobre la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes (1987), la Instrucción Dominus Iesus (2000) sobre el diálogo inter-religioso, marcan un claro retroceso respecto a la inspiración más profunda del Vaticano II.

A casi 50 años de la clausura del Concilio, algunos se preguntan si en el Concilio realmente sucedió algo[6]. Frente a esta postura un tanto crítica y dubitativa, los estudios históricos dirigidos por G. Alberigo[7] han demostrado fehacientemente que el Vaticano II fue un verdadero “acontecimiento”. Pero no han faltado reacciones en contra, como la de Mons. A. Marchetto, para quien el Vaticano II no opera ninguna ruptura con el pasado, sino que es preferible hablar de continuidad[8]. El mismo Benedicto XVI prefiere hablar de reforma sin ruptura[9].



IV. Cambio de acentos

Pero si dejamos un tanto de lado las diversas hermenéuticas y aplicaciones del Vaticano II, para fijarnos en el nuevo contexto socio-eclesial que hoy vivimos, constataremos que ha habido como un corrimiento de acentos y de interés en la apreciación y actualidad de los mismos documentos conciliares.

Para poner algún ejemplo, si la eclesiología del Vaticano II estuvo centrada en Lumen Gentium en una Iglesia ya constituida, hoy día vemos que el decreto Ad Gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia recobra mayor actualidad y urgencia, y esto no sólo para los llamados “países de misión” sino también y quizás sobre todo para los mismos países de tradición católica, convertidos hoy en verdaderos países de misión, donde es necesaria una nueva evangelización.

El ecumenismo conciliar, expresado sobre todo en el decreto Unitatis Redintegratio, parece quedar un tanto desplazado ante la actualidad del diálogo inter-religioso que el mismo Vaticano II propició en su decreto Nostra Aetate. ¿Qué sentido y urgencia tienen las discusiones domésticas entre cristianos ortodoxos, evangélicos y anglicanos, cuando el grave problema es la relación con las grandes mayorías no cristianas? Toda la problemática ecuménica, evidentemente no desaparece, pero queda como en un segundo lugar ante los problemas religiosos y políticos del diálogo con el Islam, Hinduismo, Budismo, Judaísmo y las religiones originarias, lo que algunos llaman macro-ecumenismo, aunque a otros disgusta este nombre.

Para poner otro ejemplo intra-eclesial, las discusiones en torno a la Nota previa introducida un tanto misteriosamente al final de la Lumen Gentium sobre la relación entre primado y colegialidad episcopal, quedan hoy muy relativizadas y como desplazadas ante el pedido del mismo Juan Pablo II en su encíclica Ut Unum Sint (1995) de que dirigentes y teólogos de las diferentes Iglesias y comunidades cristianas le ayuden a reformular el ejercicio del primado petrino hoy, para que, sin renunciar a su misión de servicio a la comunión, deje de constituir un obstáculo (¿el principal?) para la unión de los cristianos.

¿Qué está sucediendo? ¿Cómo interpretar estos cambios que afectan al mismo ser eclesial?



V. Entre el caos y el kairós.

Más allá de las buenas o males voluntades, más allá de las diferentes ideologías en torno al Vaticano II, hay que reconocer que hoy estamos ante un cambio de época, estamos entrando en una crisis de cultura mundial, no precisamente destructiva, pero sí de proporciones inéditas.

Antropólogos, sociólogos, filósofos e historiadores reconocen que vivimos una situación nueva, una especie de tsunami y de terremoto global, que afectan a todas las dimensiones de nuestra existencia: sociales, económicas, políticas, culturales y también religiosas y espirituales. La generalización y aceleración de las comunicaciones, la globalización de flujos energéticos y de los recursos, la movilidad de las personas, el impacto creciente e inesperado de la ciencia, la amenaza de la degradación del planeta, nos producen la impresión de caos generalizado.

Si hace algunos años todavía se soñaba en el Estado de bienestar, actualmente todo el mundo vive en una atmósfera de inseguridad, de incertidumbre y precariedad. La llamada “época axial” o el “tiempo eje” que desde el 900 a. C. hasta el 200 a. C. configuró la sabiduría y cosmovisión religiosa de China (Confucio), India (Buda), Grecia (Sócrates) e Israel (Isaías, Jeremías y los profetas)[10], hoy ha entrado en una profunda crisis y se necesita elaborar un “segundo tiempo axial” (K. Jaspers).

Todo esto naturalmente afecta a nuestra conciencia religiosa y eclesial. J.B. Metz ha formulado en una especie de sorites los cambios que vivimos a nivel religioso y eclesial. Frente a una época de pertenencia pacífica en la Iglesia hoy hemos ido pasando primero a afirmar “Cristo sí, Iglesia no”, para luego ir avanzando a “Dios sí, Cristo, no” y más adelante “religión sí, Dios, no”, para acabar diciendo “espiritualidad sí, religión no”.

En este clima caótico de cambio e incertidumbre generalizada, la problemática del Vaticano II ha quedado de algún modo desplazada o incluso superada. Ya no tiene mucho sentido seguir discutiendo sobre ritos litúrgicos, la curia vaticana, la disminución de la práctica dominical, el control de natalidad, la comunión a los divorciados o las parejas homosexuales…Los problemas son mucho más radicales y de fondo. Las generaciones jóvenes son las que más lo perciben y sufren.

El Vaticano II fue un concilio fuertemente eclesiológico, centrado en la Lumen Gentium y en la Gaudium et Spes. Respondía a la pregunta que Pablo VI había lanzado a los padres conciliares: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Todos los demás documentos giran en torno a la Iglesia o convergen en ella: revelación, liturgia, laicado, Pueblo de Dios, jerarquía, vida religiosa, ecumenismo, diálogo con el mundo moderno etc.

Pero pocos años después del Vaticano II, el mismo Pablo VI, en una semana social de Francia cambió la pregunta del Concilio y la convirtió en esta otra: “Iglesia, ¿qué dices de Dios?”

El teólogo y cardenal Walter Kasper reconoce que el Vaticano II se limitó demasiado a la Iglesia y a las mediaciones eclesiales y descuidó de atender al verdadero y auténtico contenido de la fe, a Dios[11].

Y Rahner llegó a afirmar que el concilio Vaticano I había sido más audaz que el Vaticano II al haberse atrevido a tratar la cuestión del misterio inefable de Dios. Y escribió:

“El futuro no preguntará a la Iglesia por la estructura más exacta y bella de la liturgia, ni tampoco por las doctrinas teológicas controvertidas que distinguen la doctrina católica de los cristianos no católicos, ni por un régimen más o menos ideal de la curia romana. Preguntará si la Iglesia puede atestiguar la proximidad orientadora del misterio inefable que llamamos Dios. (…) Y por esta razón, las respuestas y soluciones del pasado Concilio no podrían ser sino un comienzo muy remoto del quehacer de la Iglesia del futuro”[12].

La Iglesia ha de concentrarse en lo esencial, volver a Jesús y al evangelio, iniciar una mistagogía que lleve a una experiencia espiritual de Dios, es tiempo de espiritualidad y de mística. Y también de profecía frente al mundo de los pobres y excluidos que son la mayor parte de la humanidad, y frente a la tierra, la madre tierra, que está seriamente amenazada. Mística y profecía son inseparables. La Iglesia ha de generar esperanza y sentido a un mundo abocado a la muerte.

No es tiempo de retoques parciales, estamos en un tiempo que recuerda al que precedió inmediatamente a la Reforma. Hay que ir a lo esencial. Y no engañarnos, no caer en la vieja tentación de tocar violines mientras el Titánic se hunde…

En este clima de perplejidad y de crisis universal, los cristianos afirmamos que en medio de este caos, está presente la Ruaj, el Espíritu que se cernía sobre el caos inicial para generar la vida, el mismo Espíritu que engendró a Jesús de Maria Virgen y lo resucitó de entre los muertos. Del caos puede surgir un tiempo de gracia, un kairós, una Iglesia renovada, nazarena, más pobre y evangélica.

Algunas voces postulan un nuevo concilio, pero en este caso no debería ser un Vaticano III, sino un Jerusalén II…









[1] Me permito remitir a mi libro, Para comprender la eclesiología desde América Latina, Estella. España, 2008, nueva edición actualizada.

[2] A.J. de Almeida, Lumen Gentium. A transiçâo necessária, Sâo Paulo 2005.

[3] V. Messori / J. Ratzinger, Informe sobre la fe, Madrid 1985.

[4] Para comprender el pensamiento teológico de J. Ratzinger puede ayudar el texto de J. Martínez Gordo, La cristología de Josef Ratzinger-Benedicto XVI. A la luz de su biografía teológica, Cuadernos Cristianismo i Justicia nº 158, Barcelona 2008.

[5] K. König, Iglesia, ¿adónde vas?, Santander 1986.

[6] D.G. Schultenhover (ed.), Vatican II, Did Anything Happen?, New York 2007.

[7]G. Alberigo (ed.), Historia del Concilio Vaticano II, I-V, Salamanca 1999-2008.

[8] A. Marchetto, El Concilio Ecuménico Vaticano II. Contrapunto para su historia, Valencia 2008. Véase S. Madrigal, El “aggiornamento”, clave teológica para la interpretación del Concilio. Sal Terrae (febrero 2010) 111-127.

[9] Benedicto XVI, Discurso de felicitación de Navidad a la curia romana, 2005.

[10] K. Armstrong, La gran transformación, Barcelona 2007.

[11] W. Kasper, El desafío permanente del Vaticano II, en Teología e Iglesia, Barcelona 1989, p 414.

[12] K. Rahner, El Concilio, nuevo comienzo, Barcelona 1966, p 22.

abril 19, 2013

El Sueño de una civilización realmente ecológica.

El Sueño de una civilización realmente planetaria.  Les comparto a ustedes, los que con gran amabilidad permiten que estas palabras y todas las entradas de este blog lleguen a sus vidas. Este es un artículo de Leonardo Boff publicado hoy y reproducido por servicioskoinonia.org pero que es muy interesante y real su lectura.
El desamparo actual que se ha adueñado de un gran sector de la humanidad se deriva en parte de nuestra incapacidad de soñar y de proyectar utopías. No cualquier utopía, sino aquellas necesarias que pueden transformarse en topías, es decir, en algo que se realiza, aunque imperfectamente, en las condiciones de nuestra historia. En caso contrario, nuestro futuro común, el futuro de la vida y de la civilización, corren graves peligros.
Tenemos, por lo tanto, que intentar todo para no llegar demasiado tarde al verdadero camino que podrá salvarnos. Ese camino pasa por el cuidado, por la sostenibilidad, por la responsabilidad colectiva y por un sentido espiritual de la vida.
Me valgo de las palabras inspiradoras de Oscar Wilde, el conocido escritor irlandés, que dijo acerca de la utopía: «Un mapa del mundo que no incluya la utopía no es digno de ser mirado, pues ignora el único territorio en el que la humanidad siempre atraca, partiendo enseguida hacia una tierra todavía mejor... El progreso es la realización de utopías».
 
Pertenece al campo de la utopía proyectar escenarios esperanzadores. Vamos a presentar uno, de Robert Müller, alto funcionario de la ONU durante 40 años, que fue llamado también «ciudadano del mundo» y «padre de la educación global». Era un hombre de sueños, uno de ellos realizado al crear y ser el primer rector de la Universidad de la Paz, creada en 1980 por la ONU en Costa Rica, único país del mundo que no tiene ejército.
Él imaginó un nuevo relato del Génesis bíblico: el nacimiento de una civilización realmente planetaria en la cual la especie humana se asume como especie, junto con otras especies, con la misión de garantizar la sostenibilidad de la Tierra y cuidar bien de ella así como de todos los seres que en ella existen. He aquí lo que él llamó el «Nuevo Génesis»:
 
«Y vio Dios que todas las naciones de la Tierra, negras y blancas, pobres y ricas, del Norte y del Sur, del Oriente y del Occidente, de todos los credos, enviaban sus emisarios a un gran edificio de cristal a orillas del río del Sol Naciente, en la isla de Manhattan, para estudiar juntos, pensar juntos y juntos cuidar del mundo y de todos sus pueblos.
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el primer día de la Nueva Era de la Tierra.
Y vio Dios que los soldados de la paz separaban a los combatientes de las naciones en guerra, que las diferencias se resolvían mediante la negociación y el raciocinio y no por las armas, y que los líderes de las naciones se encontraban, intercambiaban ideas y unían sus corazones, sus mentes, sus almas y sus fuerzas para el beneficio de toda la humanidad.
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el segundo día del Planeta de la Paz.
Y vio Dios que los seres humanos amaban a la totalidad de la Creación, las estrellas y el sol, el día y la noche, el aire y los océanos, la tierra y las aguas, los peces y las aves, las flores y las plantas y a todos sus hermanos y hermanas humanos.
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el tercer día del Planeta de la Felicidad.
Y vio Dios que los seres humanos eliminaban el hambre, la enfermedad, la ignorancia y el sufrimiento en toda la Tierra, proporcionando a cada persona humana una vida decente, consciente y feliz, controlando la avidez, la fuerza y la riqueza de unos pocos.
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el cuarto día del Planeta de la Justicia.
Y vio Dios que los seres humanos vivían en armonía con su planeta y en paz con los demás: gestionando sus recursos con sabiduría, evitando el despilfarro, frenando los excesos, sustituyendo el odio por el amor, la avaricia por el darse por satisfecho, la arrogancia por la humildad, la división por la cooperación y la suspicacia por la comprensión.
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el quinto día del Planeta de Oro.
Y vio Dios que las naciones destruían sus armas, sus bombas, sus misiles, sus barcos y aviones de guerra, desactivando sus bases y desmovilizando sus ejércitos, manteniendo sólo una policía de la paz para proteger a los buenos de los malos y a los sanos de los enfermos mentales.
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el sexto día del Planeta de la Razón.
Y vio Dios que los seres humanos recuperaban a Dios y a la persona humana como su Alfa y Omega, reduciendo a las instituciones, creencias, políticas, gobiernos y demás entidades humanas a su papel de simples servidores de Dios y de los pueblos. Y Dios los vio adoptar como ley suprema aquélla que dice: «Amarás al Dios del Universo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu bello y maravilloso planeta y lo tratarás con infinito cuidado. Amarás a tus hermanos y hermanas humanos como te amas a ti mismo. No hay mandamientos mayores que éstos».
 
Y dijo Dios: “Eso es bueno” . Y ése fue el séptimo día del Planeta de Dios».
Si en la puerta del infierno de Dante Alighieri estaba escrito: «Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis», en la puerta de la nueva civilización en la era de la Tierra y del mundo planetizado estará escrito en todas las lenguas que existen en la faz de la Tierra: «No abandonéis nunca la esperanza, vosotros que entráis».
El futuro pasa por esta utopía. Sus albores se anuncian ya.

Nuevamente con ustedes

Santa Biblia
Queridos amigos del Blog Filosofía, Teología y  Ciencia: Regresamos con todos ustedes, para llevarles los mejores artículos, esperando su colaboración y demás para que esta nueva carrera emprendida, sea de total provecho tanto a nivel personal como comunitario.

Así que la invitación es a seguir pendientes de este Blog, donde confluirá nuestra fe, lo que creemos, lo que pensamos y lo que nuestro mundo nos ofrece, todo con el fin de tener un espacio para vivenciar nuestra existencia humana.

Mil gracias por su perseverancia y esperen a partir de unos instantes, todas las entradas a este blog que se avecinan con nuevo e interesante contenido.